Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. (Ezequiel, 22:30)
LA PALABRA
En cierta ocasión, una dama muy querida y respetada, por su probada fidelidad al Señor, por todos los que la conocen, me contó, que sin esperarla, recibió de Dios una palabra, que a la vez que la conmovió, la animó.
Ocurrió durante una reunión de oración en la que se estaba rogando y clamando al Señor por la salvación de la localidad donde está establecida la congregación, a la que esta hermana pertenece; el Señor le dijo estas palabras: “Por la fidelidad de unos pocos, derramaré mi espíritu sobre esta ciudad”
Fueron suficientes estas breves y significativas palabras, para que rompiera en llanto, agradecida a Dios, con la fe y la esperanza renovadas, al comprobar, por esta revelación, que no había sido en vano todo el tiempo que habían dedicado en buscar al Señor en oración, intercediendo por su ciudad.
LA INTERCESIÓN
Interceder es rogar o mediar por otro u otros para librarles de un daño o mal, que les vaya o les pueda sobrevenir por diversas causas y motivos; (generalmente el pecado es la causa mas habitual) y debido a esto, una de las actividades más importantes debería ser la intercesión y quizá sea la menos habitual para la mayoría de los creyentes.
La intercesión comienza cuando nos damos cuenta del peligro que conlleva una situación de rebeldía a la Palabra o a la voluntad del Señor.
Un intercesor, es la persona que al tener una estrecha relación con el Señor, se da cuenta de la brecha abierta, entre algunos hombres y Dios, comprendiendo lo que conlleva esa separación del creador con su creación.
EN LA BRECHA
No necesita el Señor a muchos para este tipo de trabajo; con que haya solamente “unos pocos” que se pongan en la brecha, está dispuesto el Señor a concederles sus peticiones. (Mateo, 18:19)
La brecha, siempre comienza a abrirse por el lado humano, al creer que ya no se necesita a Dios, dejando que lo carnal o natural desplace a lo espiritual, no teniendo en cuenta a Dios para nada.
Y precisamente es ahí, cuando comienza el trabajo del intercesor, al ponerse en la brecha que se ha abierto, entre los hombres y Dios, cosa que agrada a Dios. (Salmos, 147:11)
El intercesor o mediador, se pone entre el que posee el poder para causar daño o aplicar la justicia y el receptor de ese perjuicio o condena judicial.
En el Antiguo Testamento, y entre otros muchos mas, podemos encontrar a Abraham y a Moisés, que son dos ejemplos a seguir como mediadores de los hombres ante Dios:
Abraham, amigo de Dios, (Isaías, 41:8) cuando tuvo conocimiento de la decisión que había tomado el Señor de destruir Sodoma y Gomorra, debido al aumento del pecado en estas dos ciudades hasta límites intolerables para Dios (aunque ningún pecado es tolerado por Dios) no tuvo ningún inconveniente en plantarse ante el Señor y hacerle la siguiente pregunta: ¿Destruirás también al justo con el impío? A partir de esta pregunta comienza el razonamiento de Abraham con el Señor para que tenga en cuenta lo que va hacer, no sea que se equivoque (aunque Dios nunca se equivoca) y cometa algo irreparable.
Y a pesar de que Abraham se daba cuenta, de que estaba razonando con el Todopoderoso y de que él solo era “polvo y ceniza”, y a pesar de tener temor a enojar al Señor, siguió argumentado con Él; Intercediendo por los justos que quizá pudieran haber en la ciudad que iba a destruir, para que no sufrieran el mismo castigo que los impíos. (Génesis, 18:16-33)
Moisés, que hablaba con Dios, cara a cara (Éxodo, 33:11) una vez que había recibido instrucciones directas de Dios en el monte Sinaí, tuvo que ponerse entre el recién liberado Israel de la esclavitud de Egipto y el Eterno, para que este no los destruyera, debido al becerro de oro que se construyeron, adorándole como si fuera dios, diciéndole al Santo de Israel:
Oh, Señor ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tu sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? Argumentando y exponiéndole Moisés al Señor, sin ningún temor, los motivos que a su juicio debería considerar antes de llevar a cabo la decisión que había tomado, de raerles de la tierra. (Génesis, 32:1-14)
No fue esta la única vez que Moisés, tuvo que interceder por Israel y de todas salió airoso, aunque el pueblo escogido sufrió las consecuencias de su rebeldía. (Números, 14:11-20; 16:16-22)
Aunque el mayor ejemplo, como mediador e intercesor ante el Padre, lo tenemos en el Señor Jesucristo; este una vez que pagó por todos nuestras faltas, ofreciéndose por nosotros a la muerte y muerte en cruz, resucitó, y una vez resucitado, sentado al lado del Padre eterno, perpetuamente intercede (Rom. 8:34; Heb. 7:25) y media por todos nosotros. (1ª Tim. 2:5-6)
El Señor, como podemos ver en su Palabra, desea que se hagan peticiones, oraciones y ruegos por todos los hombres; desea vernos inmersos en su obra de salvación, colaborando con Él para que todas las personas vengan al conocimiento de la verdad (1ª Tim. 2:1-4) No deseando el Señor, aplicar la justicia establecida para todos aquellos que le rechazan y no desean ceñirse a sus justos estatutos, saltándose impunemente, su ley y su justicia. (Ezequiel, 18:21-23; 32:11)
RESULTADO
La intercesión, la mediación e incluso muchas de las oraciones que se han hecho y se hacen, dirigidas por el Espíritu Santo, además de llevar mucha gente a los pies del Señor Jesucristo, han evitado y evitan entre otras muchas mas cosas: accidentes, robos, enfermedades, injusticias, abusos, desastres, muertes y cosas semejantes, que ahora ni nos podemos imaginar y que algún día, cuando estemos en la presencia del Señor, nos será mostrado, todo lo que no pasó, cuando debía e iba a pasar; evitándose cuando alguien bajo la dirección del Espíritu Santo, se puso en la brecha, cubriendo el hueco abierto por el pecado, con el poder que posee en si misma, toda oración intercesora dirigida a Dios.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cual es la intención del Espíritu porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Rom. 8:26-27)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.