La Caña de Pescar

 

 

Cuando era un niño, cerca de mi casa vivía el Sr. Vicente. El Sr. Vicente era un marinero jubilado que hacía sus propias cañas de pescar; en aquellos años eran desconocidos los materiales que ahora se emplean para la fabricación de estos útiles de pesca.

Conocía todos los cañaverales de la zona; y de entre ellos escogía las cañas que ante sus expertos ojos y su dilatada experiencia le parecían las más idóneas para ser utilizadas en la transformación que se iba a producir en ellas.

Las cañas, una vez cortadas con mucho cuidado del cañaveral, para que no se estropearan, eran llevadas por el Sr. Vicente a su humilde casa, una vez allí las depositaba en un rincón esperando que se secaran.

Al cabo de unos días, preparaba un buen fuego e iba pasando cada una de las cañas por él, a la vez que sus diestras manos iban enderezando las cañas que estaban torcidas, hasta que conseguía que estuvieran totalmente rectas.

A continuación con la ayuda de una pequeña navaja, iba quitando las asperezas de los nudos de cada una de las cañas, hasta que toda la superficie de la caña quedara totalmente limpia y lisa.

Pasado un tiempo, mas bien corto, comprobaba si la ausencia de asperezas era total y si la caña se mantenía recta. Si no se había torcido, la sometía a unas pruebas de resistencia y de flexibilidad; si superaba la prueba, con mucho cuidado y paciencia y con la ayuda de un alambre acerado, cuya punta había sido calentada previamente al fuego hasta el rojo vivo, iba traspasando toda la caña, nudo por nudo, desde la base, la parte mas gruesa, hasta el espigón, la parte mas fina y estrecha, para poder pasar por su interior el hilo de pescar. Solamente, quedaba hacerle un pequeño agujero a unos 30 o 40 cm. de la base, e introducir por él, el hilo de pescar que se deslizaba por el interior de la caña sin ninguna dificultad.

El Sr. Vicente, aún le colocaba un hermoso carrete con abundante hilo de pescar y le añadía una paleta de madera en su base para que fuera aún más resistente y duradera.

Una vez realizada esta paciente tarea, una caña silvestre se había convertido en una caña de pescar, lista para poder ser utilizada convenientemente.

Fue de una gran ayuda este recuerdo de mi niñez, para poder asumir consecuentemente todo el sentido de la santidad en mi vida.

Aunque de todos es conocido que ser santificados es estar apartados para Dios, cuando comencé a caminar con el Señor Jesucristo, me resultaba muy difícil, comprender todo el significado de la palabra santidad; era algo abstracto para mí

La santidad, para mí, era sinónimo de perfección; de personas que a través de tiempo y esfuerzo, habían llegado a compararse de alguna manera al Señor.

Quería, pero no sabía como alcanzar la santidad, estaba muy lejos de la perfección que tanto anhelaba, hasta que el Señor me mostró por medio de su Palabra que nunca alcanzaría la santidad si no era por medio de Él. Que era Él, el que me iba a santificar y que lo único que yo tenía que hacer era guardar sus estatutos y ponerlos por obra. (Levítico 20:7-8)

Me mostró igualmente que somos santificados por medio de la obra redentora de Jesucristo.(Hebreos 10:10)

Aprendí también que el Señor nos santifica, no para gloriarnos de lo que somos, ni para nuestra propia complacencia y satisfacción, si no para ser utilizados por Él. (1 Pedro 1:13-16)

El Señor nos ha santificado, nos ha apartado para Él. Nos ha cortado cual caña del cañaveral, desarraigándonos del mundo, solo para Él. (Hebreos 2:11)

Nos ha llevado a su casa, y aunque nos haya hecho pasar por el fuego de la prueba y limado nuestras asperezas por medio de dificultades, haciendo penetrar en nosotros como alambre al rojo vivo, su Palabra,(Hebreos 4:12) para que pudieran correr sin ninguna dificultad por nuestro interior, ríos de agua viva, (Juan 7:38) como corre libremente el hilo de pescar a través de la caña; lo hizo, porque desea hacer de nosotros instrumentos útiles, debiendo estar dispuestos y preparados para ser utilizados por Él. (2 Timoteo 2:20-21)

Nunca debemos olvidar que somos apartados, santificados por el Señor, no por nuestras buenas obras, si no por su gracia, para ser utilizados por Él.(Efesios 2:8-9)

No hay ningún instrumento de Dios, que a su debido tiempo y según la necesidad, no sea utilizado por Él. (Efesios 4:11-13)

Así que, si somos santificados por Dios, seámoslo solo para Él.

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12:14)  

 

 

Que la  Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

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