El Salario del Obrero

 

 

Durante muchos años no he tenido muy claro el significado bíblico en cuanto de “que el obrero es digno de su salario”

Pues la escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario. (1 Tim. 5:18)

Sirvo al Señor desde hace más de 25 años y nunca había tenido en cuenta recibir ningún tipo de ofrenda, salvo en contadas y puntuales ocasiones; tanto mi esposa como yo, estamos totalmente convencidos que… “más bienaventurado es dar que recibir”(Hechos 20:35)

He tenido durante mas de 40 años un empleo secular, con un salario bastante aceptable, que nos permitía vivir con comodidad y educar a nuestros hijos convenientemente; además aún teníamos mas que suficiente para compartir y bendecir a los hermanos que lo necesitaran.

El Señor nos bendecía a través de nuestro trabajo y nosotros compartíamos esa bendición.

Recibimos unos años atrás, una palabra profética; el Señor nos enviaba a compartir en otros lugares todo lo que habíamos recibido de Él, cosa que hicimos, en obediencia a esa palabra, asombrándonos el Señor por el respaldo que recibíamos de Él.

Cubríamos los gastos que ocasionaban los distintos viajes con los ahorros que habíamos podido reunir y con la ayuda desinteresada de la congregación a que pertenecíamos y dirigíamos en el nombre del Señor.

No pasaba por nuestra mente solicitar o pedir ofrenda alguna en los distintos lugares o iglesias que visitábamos; y si en algún lugar nos ofrecían una ofrenda, aún sin pedirla, con mucho amor la rechazábamos, alegando que no la necesitábamos; que gracias a Dios, a través de mi empleo secular podíamos suplir todos nuestros gastos y necesidades.

De ninguna manera, podíamos consentir que hermanos más humildes que nosotros, se desprendieran de unas monedas que les eran mas necesarias a ellos que a nosotros.

Nuestro lema era… ”de gracia recibisteis, dad de gracia”   (Mateo, 10:8)

Asombrados además de que algunos predicadores ajustaran “su minuta” para involucrarse en alguna campaña o evento evangelístico. Pero este año el Señor rompió los esquemas que teníamos en cuanto al significado del verso que encabeza este artículo. Nos invitaron a mi esposa y a mí, a un evento evangelístico que se iba a celebrar en otro país lejos del nuestro, en otro continente. Íbamos nosotros como de costumbre, cubriendo todos nuestro gastos, tanto los de transporte, como los de alojamiento y manutención.

El evento de dos días de duración, fue un éxito en lo espiritual, pero no así en lo material; no se cubrieron los gastos que el evento originó. Y como se acostumbra en estos casos, había una ofrenda para el predicador invitado; y al ofrecérnosla, agradecidos por esa acción, con mucho tacto y amor, la rechazamos, pensando que con ella podíamos ayudar a paliar en alguna medida, los gastos ocasionados.

Pero al llegar a la habitación del hotel donde nos alojábamos, comencé a tener la sensación de que había obrado mal, al rechazar la ofrenda que nos habían ofrecido, y así se lo dije a mi esposa.

El malestar, que por cierto era espiritual, iba en aumento, hasta el punto que con los ojos anegados en lágrimas, arrodillado, le tuve que pedir perdón a Dios, por haber rechazado esa ofrenda, que comprendí venía de Él, como reconocimiento y pago al trabajo por nosotros realizado.

Me vino a la mente que me estaba comportando como el apóstol Pedro, cuando no consentía que el Señor Jesús le lavara los pies (Juan 13:5-9)  sintiendo que rechacé algo que el Señor me había ofrecido.

Fue una noche de tristeza, según Dios. (2 Cor. 7:10)  

Al siguiente día, convencidos de que ya no debíamos rechazar ninguna ofrenda que nos ofrecieran, debido a que estas venían de parte del Señor, le comenté lo sucedido la noche anterior, al varón que había coordinado el evento; este quedó sorprendido por la coincidencia, asegurándome, que él sintió que no estábamos haciendo lo correcto, al vernos rechazar la ofrenda que con tanto amor, nos ofrecieron.

Terminado el evento principal, aún nos quedaba un tiempo de permanecer en ese país visitando algunas iglesias y congregaciones, cosa que hicimos, siendo dirigidos en todo momento por el Señor, aceptando agradecidos las ofrendas que con todo su amor nos ofrecían los hermanos que visitábamos, ya fuera poco o mucho, sabiendo sin ningún tipo de duda, que era la retribución que el Señor había estimado en cada lugar para nosotros.

Quedándonos unos días libres de compromisos, debido a una serie de circunstancias ajenas a nuestra voluntad, fuimos invitados por unos hermanos a visitar la congregación en que el Señor les había puesto como líderes; aceptamos la invitación y permanecimos con ellos todos esos días.

Fueron muy gentiles con nosotros al ofrecernos su casa y correr con los gastos de los billetes o boletos de avión que nos llevaron hasta ellos.  Fueron en nuestra opinión, unos días en que el Espíritu Santo se movió con total libertad en ese lugar.

Al llegar el día de nuestra despedida los abrazos y parabienes fueron mutuos, deseando que el Señor nos juntara en otra ocasión; pero, durante el vuelo de retorno me invadió una gran tristeza, parecida a la que me invadió en la habitación del hotel, cuando rechazamos la ofrenda que nos habían ofrecido, unas fechas atrás.

Por su intensidad era muy parecida, pero no por su contenido; en aquella ocasión fui yo el que rechazó el salario de Dios; en esta, fue totalmente lo contrario, no abonaron el salario a un obrero de Dios; considerando con su actitud, no digno de ese salario al obrero que les había enviado el Señor.

Sabemos que en ninguna de las dos ocasiones, se obró de mala fe, sino con desconocimiento de la voluntad de Dios (al menos por nuestra parte).

En nuestro caso, al rechazar las ofrendas que nos ofrecían, estábamos mostrando nuestra sana autosuficiencia económica, y poniendo en duda, sin quererlo, la providencia de Dios.  (Mateo 10:7-10)

En el segundo caso, al no tener en cuenta o desconocer, que podían ser los instrumentos escogidos por el Señor, para bendecir a los que Él había enviado, se podría haber perdido la bendición que ello conlleva. (Mateo 10: 41)

Porque detrás de la mano del que da, como detrás de la mano del que recibe, está siempre el Señor. (Fil. 2:13)

Han sido para mí dos lecciones, que un breve espacio de tiempo, han cambiado totalmente mi concepto del significado, de lo que es, el salario de un obrero, de un obrero de Dios. Además de llegar a entender, que hay bendición sobre bendición, cuando con corazón sincero se ofrenda en el nombre del Señor.    (2 Corintios. 11: 8-9)       (Filipenses, 4: 17-20)

 

Que la  Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 

 

5 comentarios sobre “El Salario del Obrero

  1. Estaba buscando información relacionada con «no poner bozal al buey que trilla» y llegué a su articulo, que tremendas implicancias, desde Santiago de Chile. Muchas bendiciones, atte.

  2. SOY ESTUDIANTE DE UNA ESCUELA BÍBLICA Y SU ARTICULO HA SIDO DE BENDICIÓN EN MI VIDA. SALUDOS Y BENDICIONES DESDE MATAMOROS, TAMAULIPAS, MÉXICO.

  3. guaoooo.. me sorprendió este artículo. Asi como Juan Pablo buscaba informacion sobre este tema,. tambien estaba yo. Dios lo bendiga… Amen.

  4. Mi pastor saludo, coronel Aguilera, papa es el verbo no cambia RENUEVA SU MISERICORDIA TODO LOS DÍAS, es mas dice volver a las sendas antiguas » en todo » recordando que mi Jesucristo dijo en la cruz consumado es, que que mi pastor aquello que no podíamos cumplir NADA, GRACIAS A EL DICE PODEMOS, EL GRAN YO SOY no obliga a nadie es SEÑOR DE SEÑOR. HAY HAY HAY DE AQUEL PASTOR PIDE PIDE OBLIGA Y CON MENSAJE SUBLIMINAL, COMO HIERBA PRONTO SERÁN CORTADO.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.