En una ocasión el Señor Jesús dijo: Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan, 14:6)
Realmente esta afirmación del Señor Jesús aclaró las muchas dudas que en cuanto a Él, tenían sus discípulos. (Marcos, 8:27-29)
En la actualidad la pregunta que nos hacemos muchos de los que nos definimos como cristianos (un cristiano, se supone que es un discípulo de Jesucristo) es: ¿A que ministerio apostólico o profético me uniré o me sujetaré para que la unción profética caiga con poder sobre mí, y ser mas bendecido?
Y a pesar, de no tener muy claro lo que significa la unción apostólica y profética, cuando oímos que se va a celebrar cualquier evento bajo estos lemas, lo dejamos todo para acudir a ellos, sin importarnos la distancia ni el lugar.
Se oye hablar de oraciones proféticas, de alabanzas proféticas, incluso de iglesias proféticas con sus respectivas reuniones proféticas y sin faltar a la verdad, en ellas se pasa muy bien.
Recurrimos al Espíritu Santo para que nos oriente en nuestra búsqueda “profética”, y no es que sea malo recurrir al vicario de Jesucristo para este menester, al contrario es bueno y correcto; lo que ya no es tan bueno ni correcto, es pretender (quizá guiados por el desconocimiento de las escrituras) que el Espíritu Santo, nos conceda unas peticiones contrarias a su naturaleza, que es la de llevarnos a toda la verdad, entre otras cosas. (Juan, 16:13)
Existe un riesgo debido al exceso de información que poseemos en la actualidad los cristianos; saltamos con facilidad del a, b, c, del evangelio a poseer un conocimiento profundo de las escrituras, probablemente debido a tanto ministerio apostólico y profético, que recibe constantemente revelaciones de lo alto. Saltamos de la niñez a la madurez espiritual, sin haber pasado por la adolescencia, que es el período tutelado en el que se forja en nosotros el carácter cristiano.
Ha menudo nos dejamos guiar por revelaciones que han sido útiles para otras personas y en otros lugares; sin darnos cuenta que cada uno, debe buscar su propia revelación, y que esta vendrá a través del estudio de la Palabra de Dios, mediante el conocimiento del Señor Jesucristo, y bajo la dirección del Espíritu Santo. (2 Tim. 3:16-17)
Sabemos y no olvidamos que el Espíritu Santo está entre nosotros, y es el comisionado para llevarnos y darnos a conocer toda la verdad, además de glorificar a nuestro Señor Jesucristo.
Pero, olvidamos fácilmente que el Consolador, el Espíritu Santo, además de dar dones, convence de pecado, de justicia y de juicio. Y que otra de sus funciones es recordarnos todo lo que dijo e hizo el Señor Jesús, para que hagamos las obras que Él hizo, y si es posible aún mayores.
A veces pienso que descuidamos demasiado la obra del Señor Jesús, o que quizá, igual que los primeros discípulos, no estamos totalmente seguros de quien es Jesús; y que probablemente se deba, a la confusión y al desconcierto que mas arriba he mencionado, queriendo llegar a obtener unas bendiciones y un conocimiento que solo se consiguen a través de una relación muy íntima y fluida con Él y no a través de otros medios.
Él es la vía (camino) que utiliza el Padre eterno, para llevarnos a su presencia. Él es la condición de lo que es cierto (verdad) porque permanece en él, todo el conocimiento y la sabiduría de Dios. Él es el espacio de tiempo (vida) que transcurre desde el nacimiento hasta la eternidad, de los que están con Él.
Esto es lo que les dijo a sus primeros discípulos que Él era, (para que nunca mas tuvieran confusión) además de otras muchas importantes verdades que estoy seguro todos conocemos y no voy a enumerar.
Todo se consigue a través y por medio del Señor Jesucristo. Se dice que en la actualidad estamos en el tiempo o era del Espíritu Santo, sin duda, el Consolador enviado por Jesús, está en y entre nosotros, llevándonos a que nuestra relación con Jesucristo cada día sea mas fuerte y duradera, para que cada uno según la medida de la fe, reciba lo que anhela del Señor.
Así que, si realmente sabemos quien es el Señor Jesús (el camino) y estamos en Él (la verdad) tendremos las cosas de Él (la vida) porque estamos completos en Él. (Col. 2:8-10)
Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.